martes, 23 de octubre de 2012

One.



Salió de casa con la misma sonrisa de siempre, con su caminar alegre y despreocupado. La niebla impactó contra su cara y el frío recorrió cada rincón de su cuerpo adentrándose en sus huesos.



Pero ¿sabes qué? Las cosas no siempre son como parecen y las personas alegres a veces tienen los ojos tristes. 

miércoles, 22 de agosto de 2012

I won't mind...

Salió corriendo del bullicio de gente. Estaba hundida entre tantas caras, agobiada. Necesitaba pensar, lejos de allí, sin presión... sola

sábado, 14 de abril de 2012




        Aunque con un poco de retraso, feliz 14 de Abril.








¡Viva la República!                         

lunes, 2 de abril de 2012


Se quedó allí. Sentada junto a aquel hombre que la había tomado de la mano  y que no conocía. Dejó que su mirada se perdiera entre los árboles. Una lágrima resbaló por su mejilla, pero ella no se movió para secársela.
Él tampoco se movió. Se quedaron allí sentados, quietos, sin nada que decirse durante horas. Cuando empezó a anochecer el guitarrista volvió a coger su guitarra y tocó una última canción para ella.

Era una despedida entre dos personas que se querían pero ni se conocían. Sabían que no se volverían a ver, Otra lágrima brotó de sus ojos mientras la música sonaba, pero esta vez la siguieron muchas más.

Seguía tocando,  las notas se iban grabando en la mente de aquella chica. Sabía que nunca olvidaría aquella melodía, que esa canción, su canción, daría sonido a sus mejores sueños y a sus peores pesadillas.

La guitarra dejó de sonar. Él llevó su mano a su mejilla y secó las lágrimas que la empapaban. Se acercó, poco a poco. Sus labios  se quedaron a apenas unos milímetros. Podía notar su aliento, nervioso. Quería besarla, pero no podía. Por algún motivo sabía que ella no lo soportaría.

La miró a los ojos que llevaban un rato buscando lo suyos. Los dos sintieron que se querían como nunca habían querido a nadie. Se enamoraron, sin ni siquiera hablarse.
Entonces ella se apartó y con su voz débil, que él nunca había escuchado antes, dijo un simple adiós. Se levantó y se marchó, puntualmente a la hora de siempre, pero esta vez para no volver

sábado, 3 de marzo de 2012


Se puso su gorro sobre el pelo todavía mojado. Se colgó las llaves al cuello y cogió su iPod, lista aleatoria número 2.  Paolo cantándole al oído. No olvidó la bolsita con comida para ella y las palomas y salió de casa. El frío arranco todo pensamiento.  Las orejas se le congelaban cada vez más. Le encantaba esa sensación de frío. Comenzó a caminar sin rumbo por aquellas calles lejanas, pero que ya conocía. No había vida en la ciudad a esas horas, el sol sólo se presentía y las farolas continuaban encendidas. Era como si el frío congelara todos los problemas y los atrapara en lo más hondo de su mente. Volaba a otro mundo.  Se sentía diferente en esa ciudad.

Caminó durante horas, como cada mañana, no iba a ningún lugar en especial, pero sabía dónde acabaría. Escuchando a aquel guitarrista, quizás tan solitario como ella.
Le gusta demasiado la soledad madrileña. Escuchar música como si se tratase de la banda sonora de su vida.

Llegó por fin a su destino no planeado. Le gustaba aquel banco, siempre pensaba que podría pasarse la vida allí sentada, sin nada más que los acordes que susurraban a sus oídos, viendo a la gente pasar, corriendo, paseando… inventando historias acerca de sus vidas, en ocasiones tristes, pero mayoritariamente felices.

Sonreía, durante todo el tiempo. Se sentía bien allí. Lejos… en su lugar preferido.

Empezó a anochecer, era hora de volver a aquel piso, todavía desconocido. El calor del “hogar”  comenzó a descongelar sus pensamientos más profundos. Las lágrimas volvieron a brotar de sus ojos olivados. Después de su té, se metió en cama y se odió como cada noche. Odió no ser capaz de olvidar solo por momentos. Odió no cumplir sus expectativas. Odió no ser capaz de engañarse.

Los párpados fueron cediendo poco a poco al sueño. Aunque en esos momentos parecía que la tristeza no la dejaría dormir, el cansancio siempre podía con ella. Al día siguiente se despertó antes de lo habitual, parecía que su subconsciente sabía que era un día diferente. El sol todavía no se dejaba notar y la ventana estaba empañada por el frío de fuera. Comenzó su día como los demás. Fue a la ducha, dejó que el agua hirviendo quemara su piel hasta que tornaba a un color rojo pálido y le empezara a doler. Preparó un café y cogió su bote. Estaba vacío. Se habían acabado. No pasaba nada, el frío le ayudaría. De nuevo, se puso el gorro, se colgó las llaves y puso la música en sus oídos. Cogió la bolsita y salió. La oscuridad todavía era total. El frío hacía que le dolieran los huesos. Pero algo era diferente. No consiguió evadirse. Le había faltado algo, y no podían haber sido ellas. Era el frío quién la salvaba de sus pesadillas. No ellas… No era capaz de olvidar, caminaba por Madrid. Era un camino diferente, como cada día de estos dos meses. 

Empezó a correr. Se sintió asustada de sí misma. Las lágrimas luchaban con sus ojos por salir.  El corazón seguía encogido dentro de su pecho. Corrió más rápido. Necesitaba escapar. El aire empezaba a no llegarle. No estaba acostumbrada. Dejó que poco a poco, el aire se esfumara. Pero no podía más. Continúo caminando hasta que fue capaz de volver a correr.

El sol empezó a salir, y las farolas se apagaron. Como cada día, puntual llegó a su banco. Estaba cansada. Respiraba entrecortadamente. Se sentó. La música le hacía doler la cabeza. ¿Qué pasaba? Era su lugar. Siempre se había sentido bien allí. Se sacó los cascos y por primera vez escuchó el sonido que el guitarrista hacía salir de las cuerdas del instrumento. Solía imaginar que la música que sonaba en su cabeza era la que él tocaba. Se tranquilizó, le gustaba aquel sonido y además era muy relajante. Todavía no podía respirar con tranquilidad así que cerró los ojos. El aire frío entraba por su boca  y  le hacía daño. La música le ayudó a devolver la normalidad a sus pulmones. Entonces notó una presencia sentándose a su lado. La guitarra había parado. Abrió los ojos y el hombre estaba allí sentado. Empezó a tocar.
Nunca antes había escuchado aquella melodía, pero le resultaba familiar. Por primera vez él empezó a cantar. Su canción hablaba sobre una chica sentada diariamente en un banco, desde hacía meses. Llegaba siempre puntualmente a las diez, con una falsa sonrisa que pocas personas podían averiguar. Ella estaba evadida de la realidad. Creía que era feliz pero sus ojos cansados y en ocasiones rojos desvelaban sus llantos.

En cuanto terminó la canción la cogió de la mano, congelada por el frío de aquella mañana diferente, se acercó y le dijo al oído:

“Tranquila, no todo es tan triste como crees. Se han acabado, pero no las necesitas. Verás cómo no está tan mal. Es hora de que vuelvas a la realidad.”

viernes, 17 de febrero de 2012

Lágrimas de cocodrilo.


Ese olor que me llega desde fuera. Viajo a un pasado, que ya suena lejano. Me acuerdo de cuando traía esas amarillas flores. Siempre en esta época estaban allí, en su jarroncito, dando un olor dulce a toda la casa. Echo de menos esos tiempos.

Echo de menos que los problemas se hicieran pequeños sólo con hablar de ellos. Echo de menos poder contárselos.  Sus consejos.

“-La vida da demasiadas vueltas para que te bajes, el camino es difícil pero entretenido - me dijo mientas secaba la lágrima que resbalaba por mi mejilla.- Es una montaña rusa, sí. Pero a ti siempre te han gustado.
-Pero esta montaña rusa empieza a asustarme. Tengo miedo de las pendientes, de que una viga rompa y todo se derrumbe.
-¿A caso no tenías miedo siempre en las colas?-ríe.- El miedo es lo que las hace interesantes. El miedo es el que hace que puedas tomar decisiones, que tengas que arriesgarte. Arriésgate, hija mía. Cuando quieres algo tienes que luchar por ello. Pero no te olvides de asegurarte de qué es aquello que quieres. Ten cuidado, lo que creemos querer, no siempre es lo que queremos.”