-Estoy a un día y unas horas de decirte adiós, de decir “HOLA” a las nuevas experiencias, de
recordar las sonrisas, y ¿por qué no? También las lágrimas. De seguir a
delante, de no ahogarme pese a las olas, de dar gracias...
-¿Y por qué? Se
acaba, sí… Pero ¿Es esto un final? ¿Tengo que esperar 365 días para dar las
gracias? No. ¿Tengo que esperar 365 para recordar cada momento que me ilusionó,
cada momento que me dolió? No.
-¿Y acaso no es un buen momento?
-No sé que decir.
-¿Cuándo lo es entonces?
-Cada día, cada mañana, cuándo te levantas… Es ahí cuando
debes de acordarte de que ayer sonreías, y volver a hacerlo. Es, cuando un golpe
te dobla la espalda, te deja sin respiración. Cuándo las lágrimas más tristes
bañan tus ojos. Es cada día, que a toda esa gente de la que ahora hablas, les
tienes que dar las gracias, cada momento en los que te necesiten, brindándoles
tu ayuda.
Qué sí, está bien acordarse un día de toda esa gente. Es bonito, pero
no te excedas. Quiérelos cada día, y esa será la mayor recompensa por estar a
tu lado.
No está bien que sólo tengamos en la memoria a los queremos una vez al año. Yo los quiero hoy, los quise ayer, y los querré
mañana.
-¿Ya estás tú también con la moda de odiar la Navidad, de
qué todo es falsedad…?
-¡NO! No odio la Navidad, no creo que sea falso, pero si odio que haga falta que
sea Navidad para que te acuerdes de mí.