viernes, 30 de diciembre de 2011

Autocrítica.


-Estoy a un día y unas horas de decirte adiós,  de decir “HOLA” a las nuevas experiencias, de recordar las sonrisas, y ¿por qué no? También las lágrimas. De seguir a delante, de no ahogarme pese a las olas, de dar gracias... 

-¿Y por qué?  Se acaba, sí… Pero ¿Es esto un final? ¿Tengo que esperar 365 días para dar las gracias? No. ¿Tengo que esperar 365 para recordar cada momento que me ilusionó, cada momento que me dolió? No.

-¿Y acaso no es un buen momento?

-No sé que decir.

-¿Cuándo lo es entonces?

-Cada día, cada mañana, cuándo te levantas… Es ahí cuando debes de acordarte de que ayer sonreías, y volver a hacerlo. Es, cuando un golpe te dobla la espalda, te deja sin respiración. Cuándo las lágrimas más tristes bañan tus ojos. Es cada día, que a  toda esa gente de la que ahora hablas,  les tienes que dar las gracias, cada momento en los que te necesiten, brindándoles tu ayuda.
Qué sí, está bien acordarse un día de toda esa gente. Es bonito, pero no te excedas. Quiérelos cada día, y esa será la mayor recompensa por estar a tu lado.
No está bien que sólo tengamos en la memoria a los queremos una vez al año. Yo los quiero hoy, los quise ayer, y los querré mañana.

-¿Ya estás tú también con la moda de odiar la Navidad, de qué todo es falsedad…?

-¡NO! No odio la Navidad, no creo que sea falso, pero si odio que haga falta que sea Navidad para que te acuerdes de mí. 

jueves, 29 de diciembre de 2011

29.

Aunque ya hace que te has marchado, sé que sigues aquí, en la parte izquierda de mi pecho.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Tick-Tack


El tiempo es algo que a todos nos corresponde pasar, es una lucha constante por sobrevivir.
Ahora, vete.
 Hoy, no puedo seguirte en tu viaje

viernes, 16 de diciembre de 2011

Noches frías.


-Me sentí diferente, ya no notaba mi cuerpo, el frío lo había congelado demasiado. Sólo era capaz de captar lo que mi mente decía. Me gustaba esa sensación y me dejé llevar. Dejé de existir por unos instantes y me convertí en una mente, sin nada más. Fue en ese momento, cuando el frío asfixió cada una de mis células que sentí la felicidad

-Pero...¿qué me intentas decir? Empiezo a asustarme. 

-No te asustes, no hablo del suicido, hablo de una sensación diferente a la vida, pero no de la muerte. En ese momento sentí que podía volar y llegar a la cima de la catedral, mi cuerpo no pesaba, y mis ideas eran tan frágiles... ¿Sabes? Entendí muchas cosas, atendí soloamente a eso, a entender, y llegué a comprender que soy feliz. Que la vida es bonita de lo que creemos, no todo es odio.

-Yo no lo creo así...
 
-¿No? Damos demasiada importancia a los sentimientos y son mucho más simples de lo que creemos. No creo que llegues a entenderme...

-Inténtalo.

-Pues bien, solemos preocuparnos demasiado, nos atormentamos porque hacemos daño y lloramos porque nos los hacen a nosotros.
Te voy a decir una cosa, si haces daño, pocas veces lo harás de verdad, pocas veces lo harás intentando buscar la infelicidad de otra persona. Si te hacen daño, pocas veces lo harán porque te desean algún mal. Quiero decir con esto, que acostumbramos a buscar aquello que nos duele, somos nosotros mismos quienes nos hacemos daño. Sé que decirlo parece muy fácil, y siempre llevarlo a la práctica se complica más, pero, dime ¿acaso no piensas cómo yo?
 
-No lo sé... es complicado.

-Claro que lo es, no hay nada fácil en la vida. Intenta buscar la parte positiva de las cosas que te pasan, y ponerte en el lugar de aquellos que te rodean.
Por eso, te repito que, cuando el frío recorrió cada parte de mi cuerpo, doliéndome, entonces, conseguí ser feliz.